Su autor fue Armand Landrin, etnólogo y conservador del Museo de Etnografía de Trocadero, París. La obra formó parte de la Colección Biblioteca de las Maravillas, que hoy se conserva en la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica.
Lo monstruoso designó para Landrin todo aquello "extraño, increíble, extraordinario, original, repugnante, asombroso, excesivo en su género", y que llama la atención por ser opuesto a las proporciones y belleza (1870: 2).
En el marco del imperialismo, la élite intelectual del siglo XIX consideró a las sociedades no europeas inferiores y exóticas. Con ello la cultura de Europa occidental "adquirió fuerza e identidad al ensalzarse a sí misma" en detrimento de otros pueblos, como los de África y Asia, a los que consideró una forma inferior y rechazable (Said, 2008: 22).
Ejemplo de esta visión es uno de los relatos que recoge Landrin sobre las creencias asociadas a los tiburones:
"Inútil es refutar todas estas fábulas, pues no puede darse otro nombre a los relatos de los viajeros sobre los pueblos, adoradores del tiburón, de ciertas costas de África. Dicen que le llaman juguete, pretenden que es sagaz y agradable y miran como un crimen el matarle. […] Tres o cuatro veces al año van en barcas a echarle cabras, aves, etc., acompañando estas ofrendas de ceremonias destinadas a conciliarse el patrocinio de los tiburones. Estas fiestas se llaman javjav" (1870: 106-107).
Este tipo de historias, sumado a objetos "exóticos", formaron parte de los llamados "Gabinetes de maravillas" de los siglos XVI y XVII, testigos documentales de los límites del universo conocido en la época (Severi, 1996: 95).